sábado, 19 de julio de 2014

Dale!!!

Foto

POEMA DE UN PERRO.



POEMA DE UN PERRO.
Yo soy el que te espera...
Tu coche tiene un sonido especial y puedo reconocerlo entre mil.
Tus pasos tienen un timbre mágico, son música para mí.
Tu voz es el mayor signo de mi tiempo feliz y, a veces, no es necesario mencionar: oigo tu tristeza.
Si veo tu alegría, me hace feliz!
No sé lo que es olor bueno o malo, solo sé que tu aroma es el mejor.
De algunas presencias a veces me gusta. Otras, no tanto.
Pero tu presencia es lo que mueve mis sentidos.
Tu despierto, me despierta.
Tu durmiendo eres mi Dios, reposando en casa, y yo cuido tu sueño.
Tu mirada es un rayo de luz, cuando me doy cuenta de tu despertar..

.Tus manos sobre mí, tienen la ligereza de la paz.
Y, cuando Tu sales, todo está vacío otra vez...
Y vuelvo a esperarte siempre y siempre...
Por el sonido de tu coche;
Por tus pasos;
Por tu voz;
Por tu estado siempre inconstante del humor;
Por tu olor;
Por tu reposo bajo mi vigília;
Por tus ojos;
Por tus manos.
Y soy feliz asi.
Yo soy el que te espera:
_¡Soy tu perro!!!

viernes, 18 de julio de 2014

El último deseo...



Testimonios: delincuente escribe esta carta a su Madre, antes de su ejecución – Lectura Obligada -



Ejecutado
Madres y padres mìrense en este espejo.
Sonii Gerhard
El ultimo deseo… A pocas horas en su celda, esperando ser ejecutado, pidió como último deseo papel y lápiz. Luego de escribir por varios minutos, le dijo a su custodio por favor, entregue esta carta a mi madre!!
La carta decía así: Madre, creo que si hubiera más justicia en este mundo, tanto tú como yo deberíamos de ser ejecutados. ¡Tú eres tan culpable como yo de mi miserable vida! ¿Te acuerdas madre, cuando llevé a la casa aquella bicicleta que le quité a otro niño igual que yo? Me ayudaste a esconderla para que mi padre no se enterara. ¿Te acuerdas madre, cuando me robé el dinero de la cartera de la vecina? Fuiste conmigo al centro comercial y lo gastamos juntos. ¿Te acuerdas madre, cuando botaste a mi padre de la casa? Él sólo quiso corregirme por haberme robado el examen final de mi grado y a consecuencia me expulsaron. Madre, yo era sólo un niño, luego fui adolescente y ahora un hombre mal formado! Era sólo un niño inocente que necesitaba corrección, y no consentimiento.
Te perdono, y sólo te pido que le hagas llegar esta reflexión a todos los padres del mundo, que sepan que ellos son los únicos responsables de formar, a un hombre decente, o a un vulgar delincuente. Gracias madre por darme la vida y gracias también por ayudarme a perderla. Firma ¡Tu hijo, El Delincuente!
Si realmente quieres poner un Granito de arena en esta sociedad copia esta reflexión sin duda puede ayudar… Ojalá la vida premie a aquellas madres que se sienten Orgullosas de haber formado hombres útiles a la Sociedad y no delincuentes a los que no les tiembla la mano para arrancar Vidas y robar lo que con tanto sudor y trabajo le cuesta a los demás.

jueves, 17 de julio de 2014

Llevaban 63 años de casados: murieron el mismo día

Eran maestros y en 1951 se prometieron "amarse y respetarse hasta que la muerte los separe". Así fue: ella murió en la mañana en un geriátrico y él de neumonía 12 horas después en un hospital.
mié jul 16 2014 10:44
Era 1951 y Bob y Barbara Pettis se hicieron una promesa: amarse para siempre hasta que la muerte los separe. Esa promesa nunca se rompió.
A los 82 años, Bárbara murió en la mañana del 30 de junio en un geriátrico de Oklahoma. Bob, tenia 85 y estaba internado con neumonía en el hospital. Murió a las ocho de la noche de ese día según publica elHuffington Post

Se casaron el 1 de setiembre de 1951. El hijo de ambos, Clay, dijo que era triste pero emocionante que sus padres fallecieran el mismo día. "No creo en las coincidencias, no llegué a decirle a mi padre que mamá había muerto, pero estoy seguro que él ya lo sabía" dijo.

Bob y Bárbara eran los dos maestros. Llevaban 63 años de casados.Tenían tres hijos, once nietos y cinco bisnietos.

miércoles, 16 de julio de 2014

EL OBEDIENTE LIONEL MESSI Y SU AUTISMO ASPERGER

41733_mESCRITO POR ERNESTO MORALES:
La única vez que vi a Lionel Messi en persona, delante de mí, dos cosas me llamaron poderosamente la atención. Primero: era mucho más frágil de lo que imaginaba. Exceptuando sus piernas, desde luego, todo en él me recordaba a un niño. Si su estatura es 8 centímetros más baja que la mía, su torso es la mitad de estrecho que el de un adulto promedio, como si se tratara de un adolescente cuyo tórax no se terminó de desarrollar.Segundo: Lionel Messi no disfrutaba aquel espectáculo de luces y flashes y autógrafos pedidos y cámaras de televisión con reporteros que, como yo, intentaban obtener una reveladora entrevista suya. Recuerdo haber pensado: este chico, solo quería jugar. Y lo han traído de la mano a esto.Era el año 2012, acababa de ganar su tercer Balón de Oro, y estaba en Miami como parte de esa gira esperpéntica llamada “Messi & Friends”, organizada por la fundación que lleva su nombre, donde se desarrollaban partidos entre dos equipos-frankenstein, armados a como diera lugar con jugadores estelares, para exhibición y recaudaciones benéficas.La lectura del marketing podría ser esta: “El mejor jugador del mundo dedica sus vacaciones a jugar fútbol para recaudar dinero con fines benéficos”. La lectura un poco más profunda sería otra: “Un chico que solo quería jugar al fútbol, debe cumplir también en sus vacaciones con obligaciones, sin descanso, porque la maquinaria de dinero, de publicidad, exige fundaciones como la suya, benéficas, para paliar los impuestos millonarios a sus ingresos”.
De repente debía ganar más dinero para que le quitaran menos de su dinero. Y del dinero de su padre. Y del dinero que le generan Adidas, y Head & Shoulders y Doritos y la retahíla de transnacionales que pagan por su imagen. Y Leo Messi, cuando empezó todo esto, con cinco añitos, solo quería jugar al fútbol. Esa linda y sobrecogedora palabra: jugar.
Cuando Lionel Messi me firmó el tennis que guardo en una vitrina de mi casa, apenas me miró, aquella tarde en los vestuarios del Sun Life Stadium. No miraba a nadie. No podía. Sus pupilas no tenían forma de fijarse en ningún punto concreto: tenía cien flashes encima, ocho cámaras de televisión, y un cordón de guardaespaldas liderado por su tío que no por ser su tío tenía la complexión del sobrino. Es bajo como él, pero es un pequeño Neandertal con brazos de orangután. Tengo el recuerdo grabado en la memoria con espantosa fijación: aquel chico, tres años menor que yo, literalmente no podía dar un paso con libertad. Su cara era una forma de la angustia sobrellevada.
En los vestuarios del stadium de Miami conversaban y se cambiaban esa tarde, con total naturalidad, futbolistas de élite como Radamel Falcao, Didier Drogba, Fabio Cannavaro y Diego Forlán. Ellos podían, aunque fuera a trompicones, tener una vida normal. Se tomaban un par de fotos, hablaban entre ellos, socializaban incluso con nosotros los periodistas. Lionel Messi no. Adidas exigía, como parte de los acuerdos contractuales de esta gira benéfica, seguridad personalizada a toda hora y en todo sitio. Y a toda hora y en todo sitio incluía también las duchas. Messi no podía bañarse y cambiarse en el mismo vestuario que el resto.
Y todo esto había empezado en un barriecito de Rosario, Argentina, veinte años atrás, con un chiquillo que solo quería jugar al fútbol.
Messi no nació normal. Además de la deficiencia hormonal que le obligó a mudarse a Barcelona en su infancia para recibir tratamiento durante años, nació con una forma leve de autismo descubierta por el psiquiatra y pediatra austríaco Hans Asperger.
Cuando en este 2014 Messi dijo que no sabía nada de sus cuentas bancarias y deudas con Hacienda, que todo eso lo llevaba su padre, difícilmente no estuviera diciendo la verdad. No solo porque su genio es para el fútbol, no para la economía y la mercadotecnia, sino porque él solo ponía las piernas. Su síndrome de Asperger da para una concentración extraordinaria en un asunto (en su caso el fútbol), y para nada más. Los cerebros que controlan los hilos de su nombre y su marca y su cotización, empiezan en su padre y terminan, quién sabe, en una red de abogados y firmas donde cada cual saca su apetitosa tajada.
A Messi, su padre le decía: “Tú juega al fútbol. Déjame el resto a mí”. El chico al que ni la escuela, ni otros deportes, ni la televisión ni los viajes le interesaban, el rosarino pequeñito de 10 años, al que solo le interesaba inyectarse los muslos para poder jugar al fútbol, de repente se descubrió debiéndole 35 millones de euros a Hacienda.
Cuando Lionel ganó su primer Balón de Oro, en 2009, el escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo que a Messi deslumbraba verlo porque no había dejado de jugar como un chiquilín de barrio. Era verdad. Así jugaba Lionel. Y así no juega ya. Por el camino, en esa línea que debía ser recta entre un deportista fascinantemente talentoso y el deporte que solo quiere practicar, han entrado a jugar otras demasiadas variables que en nada son poéticas ni ingenuas como la palabra jugar.
De repente Messi se vió con un peso sobre sus hombros: ser el sustituto de Maradona. Él no lo pidió. El solo pidió jugar al fútbol. Pero su país y nosotros, los hinchas, le otorgamos esa empresa como quien envuelve el mapa del tesoro en la piel de un animal, y lo pone en manos de un héroe que debe partir.
De repente se vio, además, como una industria de hacer euros. Lo mismo posando en calzoncillos, que vistiendo los carnavalescos trajes de Dolce & Gabbanna, que lavándose la cabeza con champú que de seguro ni usa. Pero eso le decían sus asesores, sus familiares, sus abogados, que debía hacer. Un rasgo distintivo de los síndromes de Asperger es su noble capacidad para obedecer. Messi terminó siendo como todos quisieron que fuera.
Y después vinieron los Balones de Oro. No importaba que él solo balbuceara una y otra vez que solo quería jugar al fútbol. Nada de eso. Tenía que ser la estrella del circo. Tenía que exhibirse como el principal gladiador del coliseo romano. Uno tras otro los Balones de Oro que la FIFA le arrebató a una revista francesa, madre de la iniciativa. Toma. Ahí los tienes. Eres el mejor del mundo. No nos basta con tu juego hermoso, divertido, de fantasía. No es suficiente con que hagas más bello este deporte todavía. Tienes que ser nuestra cabeza de turco. Nuestro fantoche. Algo que vender, porque te van a comprar: eres demasiado bueno.
¿Porque él los quería? No, casi de seguro: porque nosotros los queríamos. Nosotros, los consumidores adictos al fútbol. Los que exigimos cada vez más torneos, aunque los futbolistas tengan cada vez menos piernas. Y nosotros pagamos por eso. Pagamos por camisetas, por membresías de clubes, entradas a stadiums, juegos de Playstation, posters. Nosotros pagamos, la industria pone luces, cámaras y acción; los futbolistas, llámense Messi, o Cristiano, que pongan sus muslos y sonrían.
Y uno termina preguntándose si aquel chico se acordará, entre tanta vorágine y tanta podredumbre, de que él solo quería jugar al fútbol. Como otros queríamos ganarnos la vida escribiendo, otros bailando, y otros pintando cuadros. Divertirnos, solo eso.
El primer gran enemigo de la FIFA, casualidad macabra, es el hombre cuya Historia ha atormentado al rosarino Messi, sin ninguno de los dos quererlo. Es un atorrante incontenible, un comunista vomitivo y futbolista sin comparación posible, llamado Diego Armando Maradona.
Maradona se ganó la animosidad de la FIFA por hacer algo impensable, digamos: denunciar a los cuatro vientos que esa banda de rufianes que había organizado al fútbol alrededor de cuatro letras, se comportaba como una mafia sonriente con todo el poder del mundo, sin oposición o control posible.
Muchos se preguntan, de no haber sido Maradona el enemigo declarado de la FIFA si su carrera habría sido truncada de forma tan escandalosa por aquel positivo a la endorfina, en 1994. No era el primero, no sería el último en dar alterado en un test de doping. Con Maradona, el bocón, el bastardo, no hubo atenuante posible. La FIFA sonreía.
Hoy, rebelarse contra la FIFA es prácticamente imposible si quieres patear balones de manera profesional. El organismo tiene impunidad para, por ejemplo, no pagar impuestos y derogar leyes vigentes en los países donde celebra sus torneos si estas afectan sus intereses económicos. Y está dirigida por un señor mayor llamado Joseph Blatter desde hace 16 años. Blatter es solo 10 años más joven que Fidel Castro, y para mí, oriundo de un país donde las entronizaciones del poder han sido cosa de más de medio siglo, me aterra cualquier mandato demasiado extenso. Más, si el organismo dirigido se autodefine como sin fines de lucro y tiene fondos de reserva en bancos suizos (la casa natal de Blatter) por mil millones de dólares.
Y esa es la organización que decide las vidas de chicos como Lionel, como James, como Suárez, como Cristiano. Jóvenes de entre 20 y 28 años que comenzaron viendo el fútbol no como un empleo, no como una forma de hacer dinero, no como mira un lobo de Wall Street los indicadores del Dow Jones: apenas niños que querían divertirse jugando al fútbol.
Las lágrimas de Cristiano Ronaldo al recoger su segundo Balón de Oro, no tienen falla: eran lágrimas de presión. Lágrimas de tensión acumulada. De miedos impuestos por una industria donde todos, sus seguidores y detractores, le exigimos cada vez más, cada vez mejor, cada vez más espectacular. El colmo de lo grotesco: Cristiano Ronaldo debió jugar la final de la Champions League con una orden comercial en su cabeza: “Si marcas un gol, te quitas la camisa, vas hacia el corner, y gritas y sacas músculos, lo más fuertemente que puedas”. ¡Filmaban una película sobre él! ¡Había que lanzar más carne al hambre del espectáculo!
Cristiano, como Messi, solo quería en un principio jugar al fútbol. Hoy, ambos, son los gladiadores que ganan millones despedazándose en medio del coliseo, mientras nosotros decidimos, en las gradas, si con un pulgar arriba o un pulgar abajo, se les perdonan o si se les salvan sus vidas. Nosotros los hemos puesto a pelear entre sí. Probablemente sin nosotros, sin la industria que nos satisface el morbo de la rivalidad malsana, ellos serían amigos o poco menos.
Admitámoslo: esto es grotesco. Esto es una mierda.
Alguien depositó en las neuronas de Lionel Messi una responsabilidad: tienes que ser el mejor de todos los tiempos. No basta con que juegues maravilloso. Tienes que ganar el Mundial, de lo contrario, no serás el mejor de todos los tiempos. Así llegó este chico a Brasil. No como quien viene a una fiesta, lo que debería ser. No como se va a competir con dedicación, pero con disfrute. No. A él se le exigía golear, correr, y ganar.
Se lo exigía Adidas. Se lo exigía el contrato de mejor pagado del mundo que firmó con Barcelona. Se lo exigía su mercantil padre. Se lo exigía la separatista Catalunya. Se lo exigía una Argentina donde ni siquiera tuvieron a bien ponerle inyecciones de crecimiento cuando chico. Se lo exigía una legión de detractores que, crueles como somos los hinchas futboleros, emplea adjetivos mordaces y destructivos, adjetivos que vendrían bien a asesinos seriales o dictadores de pueblos, no a jóvenes que corren detrás de un balón. Se lo exigía yo. Sí: también se lo exigía yo mientras veía hoy el partido con mi hijo de seis meses sobre mis piernas.
Messi ha fallado. Messi miraba al cielo en el momento de mandar ese tiro libre a las nubes. El mismo que otras veces se clavó en la red, hoy fue a parar al cielo de Río a donde doscientos mil argentinos ponían sus rezos para que el equipo no se fuera así, sin más. Y Messi era el culpable. Era culpable de no estar ya a su mejor y más rutilante nivel, y, oh pecado, era culpable de no ser ya el mejor de la Historia.
De repente lo recordé caminando delante de mí, dos años atrás, firmándome aquel zapato con las pupilas dilatadas por tanto bullicio y luces alrededor de él. Recordé su cara de angustia, de quien quiere desaparecer y tumbarse en el sofá a ser un tipo simplemente normal: la misma cara con la que recogió, en el sopor de la máxima humillación, el último premio que todavía hoy le tenía la FIFA listo, contra toda lógica y toda comprensión.
Yo vi a Messi esta tarde y de repente sentí lástima por él, y por la tragedia silenciosa que es toda esta profesionalización, esta industria de circo, descarnada, indoliente, donde tantos futbolistas se han suicidado y a otros tantos les ha explotado en la cancha el corazón; esta industria donde se coronan a héroes y se desguazan a derrotados; esta cultura despiadada donde miles de periodistas como yo escribirán hoy sus crónicas de la derrota y con un dedo señalarán, señalaremos, todos a Lionel Andrés, un muchachito de un metro sesenta y nueve centímetros, medio autista y medio genio, que no pidió ser el mejor de nada, que no soñaba con Balones de Oro ni cláusulas de 250 millones en Barcelona, y al que solo, en realidad, le interesaba poder divertirse un poco jugando al fútbol.

martes, 15 de julio de 2014

¿Recuerdan esto?.

¿ Se acuerdan de esto?, lo escribí el 3 de febrero de 2014.
"Escribo porque me gusta, me hace feliz, me entretiene,es mi pasatiempo favorito. Soy consciente que de escritora no tengo nada, tengo faltas de ortografía, la manera de expresarme muchas veces no es la correcta y por desgracia la computadora u ordenador como dicen los españoles la heredé de mi nieta que ya la había descartado, no tiene corrector de ortografía en español, solo en ingles. Es chiquita de siete pulgadas, hay cosas que no las puedo leer porque la letra es muy pequeña y la vista no me da, otro problema son los signos ortográficos, ninguno esta en la tecla donde los muestra, así que voy presionando una tecla a la vez hasta que aparece el signo que necesito y luego borro todos los demás. Tuve que aprender donde están algunas letras porque le faltan las teclas, ahora les pegue un papelito para saber que letras son,además le puse una bandita elástica para que no se me desconecte porque la batería no carga. Realmente te debe gustar escribir para hacerlo en este trasto, ya le dije a mi esposo, ni bien me aumenten un poquito la jubilación me voy a comprar una nueva en cuotas, pero no sé, quizás la nueva venga con una tecnología mas avanzada y no tengo ganas de empezar a aprender todo otra vez. Esta esta viejita, feíta, toda descalabrada pero hasta ahora es mi debilidad y la amo, así que no, no voy a comprarme otra hasta que esta muera definitivamente".



Hoy 15 de julio se niega a seguir escribiendo, para poder publicar esto le pedí prestada la de mi nieta.
Todavía no pude comprarme otra, así que les pido perdón si no puedo agradecerles  los comentarios que hagan en mi blog, me van a seguir viendo porque todavía me deja copiar y pegar y también hacer +1. Cariños para todos y ténganme paciencia.

Paz....




¡¡¡ Ojalá fuera tan fácil  !!!, en este momento deseo paz para el mundo , pero sobretodo para Palestina,


lunes, 14 de julio de 2014

Amigo es....




El que siendo leal y sincero, te comprende.
El que te acepta como eres y tiene fe en ti.
El que sin envidia reconoce tus valores,
te estimula y elogia sin adularte.

El que te ayuda desinteresadamente
y no abusa de tu bondad.
El que con sabios consejos te ayuda
a construir y pulir tu personalidad.
El que goza con las alegrías que llegan a tu corazón.
El que respetando tu intimidad,
trata de conocer tu dificultad para ayudarte.

El que sin herirte te aclara lo que entendiste mal o te saca del error.
El que levanta tu ánimo cuando estas caído.
El que con cuidados y atenciones quiere menguar
el dolor de tu enfermedad.
El que te perdona con generosidad,
olvidando tu ofensa.

El que ve en tí un ser humano con alegrías,
esperanzas, debilidades y luchas.
El que no te deja desamparado cuando más lo necesitas.
El que te ayudará a no desmayar y hará tu vida más feliz..

domingo, 13 de julio de 2014

La peor noche de mi vida....





Hace unos cuantos años estaba buscando trabajo, le dije a mis hermanas que si sabían de algo me avisaran.
Mi hermana menor que en ese entonces trabajaba en una compañía que se dedicaba a cuidar enfermos en hospitales, sanatorios, casas particulares, me llamó por teléfono para decirme que ese día estaba cuidando a una señora en un residencial de ancianos, (casa donde los malos hijos depositan a sus padres cuando ya empiezan a dar trabajo, y no me importa si el residencial da un excelente trato a sus clientes, no hay nada peor que sacar a un abuelo de donde están sus recuerdos, sus cosas queridas, su propia vida, tampoco acepto ninguna excusa que puedan dar los hijos para dejarlos ahí, no hay ninguna valedera), siguiendo con mi tema, mi hermana me llamo y me dijo que necesitaban a una persona responsable para cuidar a los abuelos en el horario nocturno, si me interesaba tenía que estar ahí a las veinte horas, le dije que sí, que iría.
LLegue veinte minutos antes de la hora convenida, los abuelos ya habían cenado y muchos de ellos ya se habían retirado a descansar por la noche. La señora que me recibió me dio un tour por la residencia, era enorme, una casa antigua de tres plantas, con unas escaleras anchas de madera, techos altos y recovecos con camas y residentes en todos partes, eran cuarenta y dos, todas mujeres, solo había un señor me hizo saber la Sra. Volvimos a la cocina que era donde me había recibido y me mostró  unos sobrecitos con medicamentos,, cada uno tenía un nombre y una hora determinada en que debía medicar a la persona que le correspondía, También agrego que en la noche era muy tranquilo, que solo tenia que estar alerta por si alguien me llamaba para acompañarlo al baño y que cada hora con una linterna tenía que recorrer toda esa casona, que no prendiera la luz porque sino se podían despertar los abuelos, dicho sea de paso, no todos eran abuelos también había personas jóvenes en sillas de ruedas, algunos con deficiencias mentales, y algunos con otros trastornos de los cuales no recuerdo los nombres. Me dio unos números de teléfono por cualquier eventualidad y me dijo que iba a estar sola, que en los momentos libres tenia que planchar ropa, a las 23 horas mi instructora se fue, a esa hora ya estaban todos acostados. Eso de quedarme sola la primer noche de trabajo no me gusto nada, cuando me llevo a recorrer la casa me dio el nombre de las personas que se encontraban ahí, pero cuando llego la hora de medicarlos eran tantos que no me acordaba cual era quien, opté por no darle nada a nadie, no fuera cosa que les diera algo equivocado y pasara una tragedia, a la única que le di sus medicamentos fue a la señora con  problemas mentales, de ella sí me acordaba porque gritaba y aparte la Sra. de la casa me dijo, "no podes olvidarte de los medicamentos de Inés, sino se ataca y nunca se sabe lo que puede hacer".
Esa creo que fue la noche mas espeluznante de mi vida, después de quedarme sola los nervios me jugaron una mala pasada, empece a sentir ruidos raros, me pareció que en los pisos superiores alguien caminaba, pensé que alguien se podía haber levantado, tome la linterna y subí por esa escalera que de por si era tenebrosa, todo estaba tranquilo, llegue hasta el piso mas alto y nada estaba fuera de lugar, solo se oía
 el ronquido de algunas de las personas que dormían, volví a bajar, no sin antes entrar a cada habitación para asegurarme de que estaba todo bien.
Me puse a planchar, quería que el tiempo volara, cada cinco minutos miraba el reloj, parecía que estaba parado, sentía el crujir de la madera de los pisos o los muebles viejos que vestían la casa.
Cada vez que me tocaba recorrer la casa con la linterna era un suplicio, los escalones chirriaban con cada paso que daba, miraba para atrás, parecía que alguien me seguía, estaba aterrorizada, tenia ganas de dejar todo y salir corriendo, pero mi conciencia no me lo permitía, como iba a dejar a todas esas personas a la deriva, ademas mi hermana me había recomendado, no podía dejar mal a mi hermana.
No podía esperar a que aclarara el día y se hicieran las seis de la mañana que era la hora en que llegaría la primer persona que trabajaba allí diariamente, aunque yo me tenia que quedar hasta las ocho para ayudar a vestir a alguno de los internos.
Les cuento que recorrí la casa seis o siete veces con la linterna, al único señor que me dijeron que ahí había nunca lo encontré, no se en que lugar de esa enorme casa estaba durmiendo.
Por fin llego la mañana y la trabajadora que debía llegar, ya estaba tranquila, pero decidida a no volver a ese lugar.
Cuando salí de esa casa, el aire frió del invierno hizo que el sueño de la mala noche se desvaneciera, tome el ómnibus para volver a casa y lo primero que hice fue llamar por teléfono a la supervisora de ese lugar para decirle que buscara a otra persona para la noche porque me había dado cuenta que ese trabajo no era lo mio. Después llame a mi hermana y me disculpé por no seguir trabajando en ese lugar, le conté que ya había hablado con la encargada y me dijo que no había problema y estaba todo bien.
Mi esposo y mis hermanas se rieron mucho de mi cuando les conté  las penurias que pasé esa maldita noche.